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¿Noche de fogata? Conoce los cuentos, mitos y leyendas de Chile

¿Noche de fogata? Conoce los cuentos, mitos y leyendas de Chile

Por: Chile Travel - 27 agosto, 2021

En los campos, montañas y pueblos a orillas del mar a lo largo de todo Chile, pasan de padres a hijos y de abuelos a nietos relatos que explican fenómenos de la naturaleza y creencias centenarias, dejando huella de la rica cosmovisión de nuestros pueblos ancestrales. Adéntrate en nuestra historia y conoce los cuentos, mitos y leyendas de Chile.

Y es que algunos dicen que ocurrió de verdad, otros que fue producto de la imaginación colectiva y, los menos, que simplemente fue un sueño. La verdad es que las historias se juntaron, se fueron desarrollando y sumando más detalles con el tiempo, poblando la memoria de los  chilenos, del pensamiento mágico de cada uno y ahora decidimos compartirlos para que comience a recorrer el mundo.

Imagen de un grupo de turists con una machi mapuche

LA FLOR DE AÑAÑUCA

La hermosa joven llamada Añañuca vivía en Monte Patria, un pueblo cercano al río Limarí. Entonces se llamaba Monte Rey, porque aún estaba bajo dominio español. Aunque los jóvenes del pueblo la cortejaban y se disputaban su atención, ninguno había podido conquistarla. Un día llegó un misterioso y apuesto minero buscando una veta de oro.

Al ver a Añañuca se enamoró de ella y se quedó a vivir en Monte Rey. Añañuca, por su parte, también calló en los encantos del joven. Una noche, el minero soñó que un duende de la montaña le mostraba el lugar preciso de la veta de oro que obsesionadamente buscaba. Sin dudarlo, partió, dejando a la doncella con la promesa de volver por ella.

Día tras día Añañuca esperó, pero su enamorado nunca regresó. La tristeza se apoderó de su cuerpo y mente, hasta lentamente morir de amor. La gente de Monte Rey la lloró y enterró un día de inusual lluvia en el norte de Chile. Al día siguiente, el sol calentó el valle y se llenó de hermosas flores rojas, que en honor de la joven fueron llamadas Añañuca.

La flor crece hasta el día de hoy entre Copiapó y el valle de Quilimarí y, después que el cielo llora, la pampa se transforma en un maravilloso desierto florido y la Añañuca en la flor más buscada por los visitantes.

Imagen d euna hermosa flor rosada de añañuca

LA PIEDRA DEL LEÓN

A la llegada de los españoles al poblado de  San Felipe, unos poco kilómetros al norte de Santiago, vivían allí muchos pumas. Enormes felinos que se veían a menudo recorriendo las montañas y los valles, y de manera tranquila compartían la tierra con los indígenas.

En uno de los cerros de los alrededores de San Felipe, llamado Yevide, vivía una hermosa puma que en primavera dio a luz a dos sanos y juguetones cachorros. Cuando ella se alejó del lugar a cazar para alimentar a sus cachorros, pasaron por allí unos arrieros y se llevaron a las crías.

La madre, desesperada, los buscó incesantemente sin resultados. Al llegar la noche, se echó desconsolada junto a la roca más grande del cerro Yevide y rugió tan fuerte en su dolor que todos los habitantes de los alrededores escucharon su lamento.

La fiera entristecida desapareció, y desde entonces nunca más se volvió a ver a un solo puma en los alrededores del lugar. En la actualidad, durante las noches de invierno, los pobladores suelen escuchar el gemido de la puma, aseguran es el alma del animal que aún reclama a los hijos que dejó en la piedra.

LA LAGUNA DEL INCA

Poco antes de la llegada de los españoles a Sudamérica, los incas habían extendido su territorio hasta la zona central de Chile, existen números vestigios arqueológicos e historias locales que dan cuenta de esta presencia.

En la localidad de Portillo, el conocido centro de ski ubicado a pocos kilómetros de Santiago, existe una famosa laguna de color esmeralda: la Laguna del Inca.

Cuenta la leyenda que el inca Illi Yupanqui se enamoró de la hermosa princesa Kora-llé. El amor correspondido, se sellaría en una ceremonia matrimonial en una de las cumbres que rodean la laguna.

Según el ritual, luego de la ceremonia, la novia ataviada con sus ropas nupciales y preciosas joyas debía descender junto a su séquito por la ladera del cerro. Como el camino era estrecho y cubierto de grava, la princesa resbaló, cayendo al vacío.

Illi Yunpanqui corrió desesperado, solo para encontrar a su amada que yacía muerta a la orilla de la laguna. Con profundo dolor, y creyendo que ninguna tumba sería lo suficientemente grandiosa como para recibir a su princesa, decidió que el cuerpo fuera depositado en las profundidades de la laguna.

Kora-llé fue envuelta en linos blancos y su cuerpo depositado en el centro de la laguna. A medida que su cuerpo se hundía, el agua mágicamente se volvió de color esmeralda, el mismo color de los ojos de la princesa.

Desde entonces se dice que la Laguna del Inca está encantada y que, sobre sus aguas quietas, el alma de Illi Yupanqui deambula llorando la ausencia de su prometida. Visítala en un atardecer de invierno, y te prometemos llegarán hasta tus oídos los tristes sonidos de los lamentos del inca que nunca dejó de amar a su mujer.

Imagen de la Laguna del Inca con un turista haciendo ski

LA PINCOYA

Uno de los mitos chilenos más conocido y popular entre los pescadores de la isla de Chiloé es el de la Pincoya, una mujer que habita en el mar, pero que a diferencia de la sirena, tiene un cuerpo completamente humano y una hermosa cabellera rubia.

La Pincoya es una joven que habita en las profundidades del Oceno Pacífico, pero a veces sale hacia las playas para anunciar la abundancia o escasez de la pesca, dependiendo de la orientación en la que ejecute su esperada danza.

Cuando la Pincoya aparece en la playa danzando con sus brazos abiertos y mirando hacia el mar, los pescadores esperan una pesca abundante. Por el contrario, si danza mirando hacia el interior, es un mal presagio que alejará a los peces.

La alegría, aunque sea desde la pobreza, atrae a la Pincoya para que ejecute su danza vaticinadora, por eso los chilotes cantan, bailan y hacen curantos para que ella los vea y los favorezca.

La Pincoya, de gran belleza, bondad y dulzura, tiene también como tarea rescatar a los pescadores perdidos y traerlos nuevamente a la orilla. Cuando esto no es posible, dice el mito que ella los lleva y deja en la cubierta del buque fantasma El Caleuche, para que revivan como uno de sus tripulantes.

Imagen del muelle de las almas en Chiloé

EL CALEUCHE

Una de las leyendas más difundidas por Chile también navega por los aguas que rodean la isla de Chiloé. El Caleuche, buque de un marino holandés errante o un barco esclavista, ¿quién sabe? es un mito que cuenta incluso con películas animadas y canciones de ritmo pegajoso.

Lo cierto, es que los chilotes cuentan que de vez en cuando, navega entre las islas y canales un barco fantasma que parece estar siempre de fiesta. Lleno de luces, la alegría de la celebración puede escucharse desde lejos, con la música que anima a los tripulantes que bailan y se divierten en el barco de leyenda.

La melodía y el bullicio resultan hipnotizadores para quienes lo escuchen y reviste un gran peligro, ya que los valientes que se acerquen demasiado pueden ser capturados por  el barco fantasma y condenados a vivir eternamente como sus tripulantes.

La leyenda asegura que la tripulación del Caleuche está compuesta por brujos y magos, y que en las noches oscuras ilumina sus velas rojizas. Cuando quiere ocultarse provoca una densa neblina para vagar por el archipiélago a la luz del día, o simplemente se hace invisible o se convierte en un roca, y sus tripulantes en lobos marinos o alcatraces.

¡Cuidado! Que quienes miren directo al Caleuche pueden quedar, por arte de brujería, con la boca torcida o con una pierna vuelta hacia la espalda. Y ojo que al buque pueden subir, sin embargo, los náufragos y los ahogados, muchos de ellos llevados hasta el barco por la Pincoya. Estos nuevos tripulantes pueden ver las ciudades del fondo del mar y sus tesoros, pero nunca divulgar lo que han visto.

Imagen de un pescador entre los palafitos de Chiloé

EL DEDO DEL INDIO PATAGÓN

En la ciudad de Punta Arenas, la leyenda cuenta que una noche estaba un marino español cavilando frente al monumento del navegante Hernando de Magallanes, cuando de pronto se quedó mirando fijamente al indio patagón que acompaña al marino en dicha estatua.

Tanta fue la fascinación del marino con la figura del indio, que decidió dibujarse su imagen en el pecho y acudió donde un diestro tatuador para que hiciera el trabajo lo más fielmente posible.

Fue tanta la delicadeza y realismo del tatuaje, que el indio en el pecho del marino parecía cobrar vida a cada movimiento, sus ojos parecían mirar y le temblaban las mejillas. Pero lo más llamativo era el dedo gordo del pie, que parecía agitarse al moverse la piel.

Maravillado frente al espejo, el español pensó en preguntarle mentalmente al indio sobre si sus próximas aventuras tendrían el éxito que esperaba. De pronto, para su gran sorpresa, vio cómo el dedo gordo del pie del indio se movió afirmativamente. Feliz y confiado con la respuesta, se fue al puerto a embarcarse.

Al pasar por el monumento, se detuvo junto a la figura del indio y, golpeándose el pecho, dijo: “aquí te llevo, amigo. Quiero ser tan fuerte como tú y que no me entren balas”. Luego, se acercó a su pie y le dio un gran beso en el dedo gordo, diciendo: “ayúdame, dame suerte”.

Cuando meses después, el marino regresó a Punta Arenas, radiante de alegría contaba lo bien que le había ido y lo que pensaba era el motivo de su éxito.

Tras esto, y hasta el día de hoy, es costumbre que quienes pasan frente a la estatua en la Plaza de Punta Arenas besan o tocan el dedo del pie del indio, pidiendo ayuda y protección. Y los viajeros que lo hagan, asegurarán así su regreso a la zona. ¡Visita el extremo sur de Chile y comprueba tú mismo el poder del indio patagón!

Imagen de la estatua del indio Patagón en el sur de Chile

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